lunes, 14 de enero de 2008

Se le quemaron los chicotes




Su vocabulario se ha reducido a cuatro o cinco palabras, todas ellas lisuras de grueso calibre. Si está alegre, las canta con el típico acento piurano; si está molesto, las escupe con voz grave pero aún enclaustrada en un cuerpo medio muerto.

La última vez que lo vi sano, me había abrazado con mucha fuerza al punto de desatar una sonora percusión con los huesos de mi espalda. Además de ser un exitoso comerciante, criaba chanchos, tenía tres perros pekineses, en su linda casa habían sobreabundancia de mangos debido a un inmenso árbol y adoraba cantar sanjuanitos ecuatorianos. Era flaco, un poco más que ahora. Era feliz, nada igual a lo que se ha convertido. Y es que cargar una masa de huesos que sólo responde a la mitad de sus deseos, que no puede coordinar los viejos pasos de bolero y menos realizar ni una décima parte de todo lo que hacía antes del accidente, lo han llevado a pasar la mitad de su vida, con el cerebro apagado.

Mientras ya me siento todo un blogero famoso, en la cocina de mi casa, su esposa acaba de terminar una oración, es la única cosa que le faltaba hacer porque hospitales y doctores, se los conocían todos; brujos, chamanes y espiritistas, vírgenes, señores y santos, todo ha resultado inútil para quitarle la cuadriplejia al hermano de mi mamá, al personaje más alegre de mi infancia, al señor que ahora duerme en uno de las habitaciones para invitados de mi casa. Un "hola calajo" retumba en la casa, ahora sólo le quedan tres palabras para repetir. Se despertó.


Le han llevado el batallón de pastillas que controlan sus bigotudas expresiones faciales, que intentan vencer al enemigo de las convulciones. Un cafecito con leche lo ha hecho despertarse unos breves instantes y a diferencia de las otras veces cuando nos visita, hoy no me he atrevido a ir a abrazarlo. Lo he elegido por unanimidad como el primer personaje de mi blog y es que se lo merece, las nominaciones, el jurado y los críticos lo habían designado como el tío más macho, aquel que tuvo más plata entre sus hermanos, el que primero tuvo un tv a color, cable, casa con tercer piso construído y una diminuta atracción de plástico llamada tarjeta de crédito.

Pascual, hombre, eres el elegido. Tu esposa ha llorado por enésima vez, en esta semana, para ella es un ejercicio doloroso de resistencia que no sabe cuándo acabará. Tu esposa ha orado de todo corazón por primera vez, pidiéndole a un tal Jesús que te sane. Se le quemaron los chicotes, incluso más que a ti. La gran diferencia, es el fuego que los quemó.

(El video es de prueba, no pertenece al tema)